¿La dieta y el vino tinto pueden coexistir? Y, en general, ¿el vino es bueno para la salud o es mejor evitarlo?
El debate sobre el tema está abierto: por un lado, están aquellos que desaconsejan el consumo de vino, insistiendo en sus efectos negativos en nuestro organismo.
Por otra parte, están los que exhortan a beberlo, pero con moderación, enfatizando el efecto beneficioso que ciertas sustancias contenidas en el vino, como el resveratrol (poderoso antioxidante), tienen en nuestro cuerpo.
Hablamos al respecto con Luca Piretta, médico nutricionista de SISA (Sociedad Italiana de Ciencia de los Alimentos).
Dieta y vino: ¿sí o no?
Luca Piretta explica que, a dieta, como máximo se permite un vaso de vino tinto por día, que en comparación con el blanco y la cerveza contiene una mayor cantidad de polifenoles (antioxidantes naturales presentes en las plantas).
Por otro lado, deben evitarse las bebidas con alcohol (aquellas bebidas que tienen un contenido de alcohol etílico superior al 21% en volumen debido a la fermentación de azúcares).
Un consumo razonable y moderado, de acuerdo con los principios de la dieta mediterránea, puede permitirse, incluso a dieta, siempre que se respeten las dosis permitidas.
Beber vino sin el control adecuado, de hecho, no solo causa graves daños a la salud (especialmente al hígado, el páncreas y el sistema nervioso) sino que también implica un aumento significativo de las calorías ingeridas.
Basta con pensar que cada gramo de alcohol proporciona 7 calorías.
Dieta y vino: las calorías que ingieres al consumir sustancias alcohólicas son las primeras en ser utilizadas por el organismo humano, lo que significa que las que se proporcionan con los carbohidratos y lípidos se depositan en forma de grasa de reserva.
La forma en que bebemos el vino también marca la diferencia. Es mejor degustarlo, en lugar de beberlo de una vez, ya que el organismo solo puede metabolizar una cierta cantidad de alcohol etílico por hora y, si se excede, el alcohol se vuelve tóxico.
¿El vino es bueno para la salud?
“Esta declaración – explica Luca Piretta – surge de la llamada paradoja francesa. Se creía que los franceses, mientras comían grandes cantidades de queso, no se vieron afectados por una mayor incidencia de enfermedades cardiovasculares gracias a la ingesta de vino tinto”.
De hecho, el vino tinto cuenta con un alto contenido de polifenoles (en particular el resveratrol) que funcionaría como un factor de protección. Estos “fitonutrientes”, valiosos compuestos vegetales con propiedades beneficiosas, contrarrestan la aparición de radicales libres y promueven la circulación sanguínea.
Los polifenoles además protegen contra la oxidación del colesterol “malo” (en la jerga llamado “LDL”).
“No obstante, continúa el Dr. Luca Piretta, no debemos pensar que beber vino en realidad juega un papel clínicamente relevante desde este punto de vista”.
Piretta también niega la tesis sostenida por algunos estudios, según los cuales en el vino estaría contenida una sustancia, el piceatannol (derivado del resveratrol), que permite controlar la obesidad.
“Según un estudio reciente, afirma Piretta, el piceatannol parece tener una acción antiinsulínica reduciendo la formación de tejido adiposo.
Pero es absolutamente demasiado pronto para llegar a conclusiones definitivas, sin embargo, la hipótesis es indudablemente interesante”.
Entonces la dieta con el vino es una combinación posible, lo importante es combinarlos con moderación respetando las dosis indicadas.
Vino: cuando es mejor evitar beberlo
Existen casos en los que se desaconseja firmemente consumir vino. En el embarazo, los jóvenes menores de 15 años y las personas con trastornos hepáticos, pancreáticos y gastrointestinales, ya que el alcohol es particularmente perjudicial para estas personas.
Los falsos mitos sobre el vino
El alcohol contribuye a combatir el frío
El alcohol genera una aparente sensación de calor dilatando los vasos sanguíneos superficiales, pero poco después produce enfriamiento en los profundos.
Por lo tanto, hay un enfriamiento repentino del cuerpo que puede causar daños, especialmente si se encuentra en un entorno no cálido.
El vino hace buena sangre
El consumo excesivo de alcohol puede conducir a diversas formas de anemia, y también es una de las causas del aumento en el porcentaje de grasas en la sangre.
El alcohol da fuerza
El alcohol etílico tiene un efecto sedante en el organismo, por lo tanto, reduce la sensación de dolor y fatiga, pero de ninguna manera refuerza el rendimiento físico.
El alcohol promueve la digestión
Es exactamente lo contrario: el alcohol retarda la digestión, produce hipersecreción gástrica y vacía el estómago.
El alcohol sacia
Puede causar deshidratación. De hecho, debido a que el alcohol se metaboliza se deben beber grandes cantidades de agua, que en gran parte se expulsa a través de la orina, bloqueándose la hormona que regula la actividad diurética debido a la ingesta de bebidas alcohólicas.
El alcohol ayuda a recuperarse de un shock
No es cierto que el alcohol ayude a recuperarse de un chock: por el contrario, al causar una vasodilatación periférica, se determina una disminución del flujo de sangre a los órganos internos y especialmente al cerebro.