Las intolerancias alimentarias, que no deben confundirse con las alergias, pertenecen a un amplio grupo de trastornos causados por una reacción adversa del organismo a determinados alimentos. De hecho, se habla de intolerancia alimentaria, y no de alergia, cuando esta respuesta no está determinada por el sistema inmunitario. Asimismo estos grupos de reacciones adversas a los alimentos son muy comunes y conocidas desde la antigüedad. Fue Hipócrates quien advirtió por primera vez los síntomas provocados por el consumo de ciertos alimentos como la leche de vaca, por ejemplo.
Sin embargo, se trata de trastornos cuya definición es bastante controvertida en el ámbito médico. Aún se desconocen los mecanismos exactos que las causan, y existe incertidumbre sobre la sintomatología, el diagnóstico y las pruebas diagnósticas.
No obstante, parece que la propagación de las intolerancias alimentarias está relacionada principalmente con el estilo de vida. En Italia, las intolerancias más extendidas son a la leche, el trigo, el huevo y la soja (esta última sobre todo entre los niños).
Veamos, por tanto, cuáles son las intolerancias alimentarias más comunes, su diagnóstico y cómo tratarlas.
¿Qué son las intolerancias alimentarias?
Las intolerancias alimentarias pueden producir síntomas similares a los de las alergias, pero no están causadas por una reacción del sistema inmunitario.
Una dieta incorrecta y desequilibrada o las enfermedades gastrointestinales, como el síndrome del intestino irritable, la gastritis, el reflujo gastroesofágico, la diverticulitis, los cálculos, etc., también pueden provocar síntomas que a menudo se atribuyen erróneamente a una intolerancia alimentaria.
La intolerancia alimentaria se define, por tanto, como un acontecimiento que impide a nuestro organismo asimilar un determinado nutriente o ciertas sustancias químicas utilizadas en la preparación de alimentos producidos industrialmente (por ejemplo, aditivos como conservantes, edulcorantes o potenciadores del sabor).
La deficiencia de algunas enzimas en el organismo también puede dificultar el metabolismo de pequeñas cantidades de ciertos alimentos y/o hacer que pierdan su eficacia debido a enfermedades inflamatorias o terapias farmacológicas.
Por lo tanto, es posible que los síntomas de la intolerancia alimentaria aparezcan en determinados momentos de la vida y a todas las edades. Pueden aparecer en horas o incluso en días después del consumo del alimento responsable. En consecuencia, esto hace difícil relacionar el efecto observado con los alimentos ingeridos. En cambio, las reacciones alérgicas aparecen inmediatamente después de la ingestión del alimento «culpable».
Asimismo, los trastornos debidos a las intolerancias alimentarias dependen, además, de la dosis: si un determinado alimento se consume en cantidades limitadas (es decir, por debajo de la dosis máxima que el organismo puede tolerar), no provocará consecuencias. En cambio, por encima de este límite, provocará alteraciones proporcionales a la cantidad de comida ingerida.
En las alergias, en cambio, la reacción del organismo nunca depende de la cantidad del alimento consumido e incluso una dosis muy pequeña desencadena la activación del sistema inmunitario, hasta llegar a un posible shock anafiláctico.
Por ende, los síntomas de una intolerancia alimentaria son menos graves y aparecen gradualmente; mientras que, los causados por las alergias son más graves y se desarrollan con rapidez.
Los síntomas más frecuentes son los del aparato digestivo, como hinchazón, diarrea, estreñimiento, gastritis, pero también migraña, picores o erupciones cutáneas y palpitaciones.
Tipos de intolerancias
Las intolerancias alimentarias pueden agruparse en tres grupos distintos en función de las reacciones adversas. Veamos cuáles son.
Defectos enzimáticos
Es un tipo de intolerancia debida a la incapacidad del organismo para digerir determinados nutrientes.
Esto viene motivado a la deficiencia, ausencia o alteración de la actividad de una enzima (molécula que facilita las reacciones químicas orgánicas) responsable de la transformación de nutrientes como los hidratos de carbono o las proteínas (metabolización). Puede ser un defecto congénito (es decir, presente al nacer), aparecer con el tiempo o desarrollarse como consecuencia de una enfermedad.
La más frecuente es la intolerancia a la lactosa, el azúcar que se encuentra en la leche (de vaca, oveja, cabra, burra, incluso en la leche materna). Se desarrolla debido a la pérdida progresiva de la enzima lactasa, una proteína presente en la mucosa intestinal, capaz de descomponer la lactosa en glucosa y galactosa.
Si falta lactasa, el organismo no puede digerir la lactosa, que por consiguiente llega al colon en cantidades que superan la capacidad de absorción de la pared intestinal. Además, la lactosa que permanece en el intestino se fermenta, lo que incita a la producción de gases y a la aparición, sobre todo, de hinchazón abdominal y diarrea.
Si te interesa este tema, consulta nuestro artículo detallado sobre la intolerancia a la lactosa.
Farmacológicas
Se trata de una reactividad desproporcionada del organismo a sustancias presentes en determinados alimentos. Pueden deberse a la presencia en los alimentos de determinadas moléculas como:
- Histamina (vino, espinacas, tomates, conservas, sardinas, filetes de anchoa, queso curado).
- Tiramina (queso curado, vino, cerveza, levadura de cerveza, arenque).
- Triptamina (tomates, ciruelas).
- Feniletilamina (chocolate).
- Serotonina (plátanos, tomates).
A estas sustancias pueden añadirse las metilxantinas (cafeína, teofilina, teobromina), la capsicina de la guindilla, la miristicina de la nuez moscada y el alcohol.
- La cafeína, en particular, puede provocar ansiedad y ataques de pánico; la capsicina, en cambio, eritema y dolor cutáneo; el alcohol calor y enrojecimiento de la piel, náuseas y vómitos, taquicardia, hipotensión y somnolencia.
Por aditivos o causas indefinidas
Este tipo de intolerancia tiene su origen en mecanismos aun no establecidos y se refiere a reacciones adversas provocadas por aditivos como nitritos, benzoatos y sulfitos, presentes en muchos alimentos conservados y refinados. Incluso en el glutamato monosódico, el que se usa en los cubitos de caldo.
Actualmente se sabe muy poco sobre los mecanismos de acción que generan las intolerancias a los aditivos. Ya que se trata de sustancias que pueden provocar reacciones de diversa índole.
¿Alergias o intolerancias alimentarias?
No es fácil distinguir las alergias de las intolerancias alimentarias observando únicamente los síntomas, pero sí es posible diferenciarlas por su mecanismo subyacente.
La alergia alimentaria es una reacción adversa a los alimentos causada por una reacción atípica del sistema inmunitario, en particular de los anticuerpos IgE, que reaccionan frente a determinados componentes de los alimentos, en su mayoría de tipo proteico.
Puede aparecer en la infancia, pero también en la edad adulta: en el primer caso, suele desaparecer (como en el caso de la leche y los huevos), mientras que si aparece más tarde, suele durar toda la vida.
En cambio, las intolerancias alimentarias, como hemos visto, son de naturaleza totalmente distinta. Pueden causar síntomas similares a los de las alergias, pero no implican a las defensas del organismo.
¿Qué son las intolerancias alimentarias?
Existen varios trastornos del sistema gastrointestinal que pueden estar causados por intolerancias alimentarias.
Estas últimas, como hemos dicho, representan un amplio grupo de reacciones adversas a determinados alimentos, que difieren según la sensibilidad individual. A continuación, veamos cuáles son las principales reacciones.
Intolerancia a la lactosa
Es la más común de las intolerancias por defectos enzimáticos. A pesar de ser una idea bastante extendida, la intolerancia a la leche no existe. En cambio, existe una alergia a las proteínas de la leche, es decir, una reacción inmunológica a ellas, y una intolerancia a la lactosa, que es un estado de deficiencia o falta de una enzima, la lactasa, que interviene en la digestión de la lactosa (un azúcar de la leche) y su descomposición en glucosa y galactosa.
Según los datos disponibles, afecta aproximadamente al 3-5% de todos los niños menores de 2 años. Sin embargo, durante la lactancia, esta intolerancia suele ser secundaria a enfermedades intestinales, que se manifiestan como diarrea, flatulencia y dolor abdominal.
En los adultos, sin embargo, se debe principalmente a un cambio en los hábitos alimentarios y a una disminución de la actividad de la lactasa.
Si quieres saber más, lee nuestro detallado artículo sobre la intolerancia a la lactosa.
Intolerancia al gluten
La intolerancia al gluten (una proteína presente en muchos cereales) no es exactamente una intolerancia o una alergia. En estos casos, el gluten ejerce una acción tóxica sobre el organismo, alterando la funcionalidad de la mucosa intestinal, perjudicando la absorción de nutrientes y, por tanto, el estado nutricional general.
Más que una enfermedad, se denomina una afección «parafisiológica», ya que si el organismo no está expuesto al gluten, se comporta con normalidad. En caso contrario, la gravedad del trastorno y los síntomas son muy variables.
Asimismo, esta enfermedad no debe confundirse con la celiaquía, que es, en cambio, una verdadera alergia al gluten que desencadena una reacción del sistema inmunitario contra el intestino, lo que provoca daños en la mucosa intestinal.
Intolerancias alimentarias a las levaduras
Algunas personas, al consumir alimentos que contienen levadura (por ejemplo, vino, cerveza y productos de panadería), pueden experimentar molestias gastrointestinales. En estos casos, se suele hablar de intolerancia a la levadura, pero no es del todo correcto.
La intolerancia alimentaria, de hecho, como hemos visto, es una reacción adversa del organismo a determinadas sustancias de los alimentos que el cuerpo es incapaz de metabolizar correctamente.
Las intolerancias a la lactosa y al gluten son los ejemplos más comunes. En cambio, la intolerancia a las levaduras no entra realmente en esta categoría, sino que implica una alteración de la flora bacteriana intestinal. En particular, implica un aumento del porcentaje de hongos, entre ellos la Candida albicans.
Favismo
Se trata de una deficiencia genética de la enzima glucosa-6-fosfato-deshidrogenasa (G6PD), esencial para proteger los glóbulos rojos de la oxidación y garantizar así su integridad y supervivencia.
Por tanto, es una enfermedad hereditaria y quienes la padecen deben evitar alimentos como las habas, los guisantes y la verbena. De hecho, el consumo o incluso la exposición a estos vegetales puede provocar hemólisis aguda (ruptura de glóbulos rojos) e ictericia debido a una elevación excesiva de los niveles de bilirrubina.
Intolerancia al níquel
Junto con la alergia de contacto, el níquel en los alimentos puede provocar intolerancia alimentaria, aunque es más correcto hablar de sensibilidad a este metal.
Entre los alimentos que contienen más níquel se hallan:
- Chocolate.
- Frutos secos.
- Legumbres.
- Algunos crustáceos.
- Tomates.
- Espinacas.
Entre los síntomas más comunes se encuentran la diarrea, las náuseas, los dolores de cabeza y la sensación de agotamiento. Sin embargo, todos estos síntomas están presentes en muchos trastornos, por lo que se trata de una afección bastante difícil de diagnosticar.
Síntomas de las intolerancias alimentarias
La sintomatología es bastante variable, dependiendo también de la sensibilidad intrínseca del individuo. Normalmente los síntomas suelen ser de naturaleza intestinal como:
- Dolor abdominal o calambres.
- Mala digestión.
- Meteorismo.
- Colitis.
- Diarrea.
- Flatulencia.
- Vómitos.
- Sangre en las heces.
- Dolores de cabeza.
Es de destacar que, a pesar de que estos trastornos difícilmente afecten otros órganos, estos pueden agravarse con el tiempo.
Sin embargo, no es infrecuente la aparición de signos en otras zonas del cuerpo, como urticaria (enrojecimiento de la piel que provoca picor intenso) o eczema (manchas escamosas y con picor en la piel).
Los primeros síntomas suelen aparecer a las pocas horas de comer un alimento que no se tolera correctamente, a diferencia de las alergias, que, en cambio, tienen un inicio rápido y no dependen de la cantidad de alimento ingerido.
Aún así, es un síntoma muy común de muchos trastornos del sistema gastrointestinal, por lo que se requiere un diagnóstico preciso y una evaluación adecuada de la historia clínica y los hábitos alimenticios.
Causas de las intolerancias alimentarias
Los estudios aún no han revelado una causa común a las intolerancias. Sin embargo, una dieta poco variada y desequilibrada puede ser un factor desencadenante. De hecho, si se come un determinado alimento con demasiada frecuencia, es posible que el organismo responda con el tiempo con una mayor sensibilidad, llegando a desarrollar una verdadera intolerancia.
Sin embargo, puede haber otras causas, como la deficiencia o el funcionamiento deficiente de ciertas enzimas que no permiten que el intestino asimile correctamente determinadas sustancias de los alimentos.
Cabe destacar que las enzimas también se forman en función de las necesidades metabólicas, aunque algunos déficits enzimáticos son genéticos.
Por ejemplo, si una persona, por diversos motivos, deja en algún momento de consumir leche o productos lácteos que contengan lactosa, puede perder la capacidad de producir lactasa y, al ingerir dichos alimentos, manifestar los síntomas de una intolerancia.
Por eso, una dieta adecuada, como la que promueve Manzanaroja, debe incluir la ingesta de todos los nutrientes, según la edad y el estado de salud.
Diagnóstico de las intolerancias alimentarias
El diagnóstico de la intolerancia alimentaria se realiza por eliminación, especialmente después de haber descartado una alergia alimentaria. Esto se debe a que los síntomas de ambos trastornos pueden ser similares y solaparse.
Para ello es necesario realizar una anamnesis exhaustiva; se identifica el alimento sospechoso, se retira de la dieta durante 2-3 semanas y se reintroduce durante otras 2-3 semanas. Si los síntomas mejoran o desaparecen por completo en la fase de «eliminación» y reaparecen al reintroducir el alimento en la dieta, puede tratarse de una intolerancia a este.
En este caso, es de utilidad llevar un diario de alimentos en el que anotar los alimentos consumidos, los síntomas producidos y cuándo se originan.
También existen pruebas diagnósticas para comprobar si el sistema inmunitario está implicado en los síntomas (y, por tanto, si se trata de una alergia). Si no es así, es muy probable, si se excluyen otras enfermedades del sistema gastrointestinal, que estemos ante una intolerancia alimentaria.
En este sentido, el procedimiento diagnóstico debe incluir un enfoque multidisciplinar en el que participen alergólogos, gastroenterólogos y dietistas, para descartar patologías gastrointestinales y, si es necesario, corregir los hábitos alimenticios.
Diagnóstico diferencial
Como hemos visto, los síntomas de una intolerancia no son específicos de este trastorno. Por eso es importante proceder por eliminación. Teniendo esto en cuenta, un diagnóstico diferencial también es muy útil.
Entre las enfermedades y trastornos que deben descartarse para diagnosticar una intolerancia se encuentran principalmente los siguientes indicios:
Síndrome de Mackhombroid
Se trata de un trastorno que provoca una reacción de tipo tóxico. Se caracteriza por la aparición de síntomas que en parte coinciden con la alergia y en parte con la intolerancia, como la urticaria o los síntomas gastrointestinales.
Sin embargo, no está causada por un mecanismo inmunológico, sino por una exposición excesiva a las aminas (en primer lugar, la histamina).
Éstos, favorecidos por el metabolismo bacteriano, se liberan en grandes cantidades durante el proceso de putrefacción del pescado, en particular de la caballa y el atún. Por este motivo, la caballa puede afectar a quienes consumen este pescado en condiciones inadecuadas.
Síndrome de sobrecrecimiento bacteriano intestinal (SIBO)
Se trata de una afección caracterizada por altos niveles de flora bacteriana en el intestino delgado que pueden provocar síntomas como dolor, meteorismo, diarrea y signos de mala absorción, muy similares a los del síndrome del intestino irritable (SII).
No obstante, al eliminar el sobrecrecimiento bacteriano, la sintomatología suele desaparecer.
El diagnóstico puede realizarse con test del respiro (Breath Test) con glucosa.
Pruebas de intolerancia alimentaria: qué son, cómo funcionan y cuándo hacerlas
En la actualidad no existen exámenes y pruebas específicas validadas científicamente para las intolerancias alimentarias, salvo algunas excepciones (como la intolerancia a la lactosa).
Entre ellas figuran:
- Breath Test (Test respiratorio) de glucosa o lactulosa, útil para el diagnóstico del SIBO (Síndrome de Sobrecrecimiento Bacteriano Intestinal).
- Prueba del aliento para evaluar la intolerancia a la lactosa.
- Pruebas genéticas de favismo e intolerancia al alcohol.
Breath test
La prueba del aliento permite determinar la intolerancia a la lactosa mediante la presencia de hidrógeno en el aire emitido por la boca.
Se realiza fácilmente y consiste en la ingesta de una dosis fija de lactosa, seguida del análisis, tras un cierto periodo de tiempo, del aire exhalado. La presencia del pico de hidrógeno en el aire espirado es una indicación de la fermentación de la lactosa no absorbida por la flora bacteriana intestinal.
En cuanto a la intolerancia al gluten (llamada sensibilidad al gluten), que no debe confundirse con la celiaquía, no existen pruebas específicas.
Se basa en la mejoría de los síntomas tras la eliminación de determinados alimentos de la dieta, la ausencia de anticuerpos específicos de la enfermedad celíaca y la ausencia de lesiones intestinales en la biopsia. Por lo tanto, es un diagnóstico que se basa principalmente en la exclusión de otras enfermedades.
También existen «pruebas alternativas», pero carecen de base científica, como veremos más adelante, y han demostrado ser inexactas y poco reproducibles cuando se someten a estudios más rigurosos. Por ende, un tratamiento basado en resultados inexactos conduce a un retraso en la definición de la terapia correcta y/o a deficiencias nutricionales.
Test 108 de intolerancias alimentarias
Es una prueba que indaga sobre un amplio grupo de alimentos que pueden causar intolerancia alimentaria. Se basa en la medición de los anticuerpos IgG liberados por el sistema inmunitario contra uno o varios de los 108 alimentos analizados.
¿Qué son? No son exactamente anticuerpos «contra» los alimentos, sino una forma en la que el organismo entra en contacto con un alimento, para entender cómo está hecho, si es adecuado para sus necesidades o no.
Asimismo, la ciencia que investiga las intolerancias se interesa cada vez más por las reacciones inflamatorias de los alimentos y por medir los niveles de citoquinas (sustancias que indican que hay una inflamación) en el organismo.
Un estudio de 2012, publicado en BMC Gatroenterology, descubrió que el valor de IgG aumenta en el organismo en función de la dieta que sigue un sujeto de forma habitual.
Esto significa que la IgG puede convertirse en la clave para entender el consumo excesivo de ciertos alimentos. En otras palabras, cuando se consumen ciertos alimentos en exceso, la producción de IgG aumenta y las señales de alarma contra estos alimentos se hacen cada vez más evidentes.
Hablamos en este caso de intolerancias alimentarias mediadas por IgG, es decir, caracterizadas por la presencia de este tipo de anticuerpos.
Sin embargo, es una prueba útil si se realiza con técnicas adecuadas, controladas y en sujetos cuidadosamente seleccionados sobre una base clínica. El resultado obtenido debe verificarse y confirmarse mediante una dieta de exclusión y la reintroducción del alimento para su confirmación.
Prueba 108: alimentos que deben evitarse
Grupo de alimentos | Alimentos |
Cereales | avena, farro, trigo, gluten/gliadina, maíz, mijo, cebada, centeno, linaza, arroz, trigo sarraceno. |
Carne roja y blanca | cordero, cerdo, ternera, pollo, pavo. |
Verduras, setas y legumbres | espárragos, remolacha, brócoli, cebolla, alcachofa, zanahoria, pepino, champiñón, lechuga/cantarilla, berenjena, patata, pimiento, guisantes, tomate, puerro, apio, espinaca, nabo, calabacín, judía blanca, lenteja, semillas de soja, repollo rojo, rábano. |
Peces y crustáceos | anchoas, gambas, cigalas, bacalao, pez espada, salmón, atún, trucha, pez suela, almeja. |
Fruta fresca | piña, sandía, naranja, plátano, cereza, coco, dátiles, fresa, kiwi, limón, manzana, pera, ciruela, pomelo, melocotón, uva, nectarina, plátano, albaricoque. |
Frutos secos | cacahuetes, anacardos, almendras, nueces, avellanas, pipas de girasol, sésamo, pistacho. |
Hierbas aromáticas y especias | ajo, albahaca, canela, repollo rojo, cacao en grano, menta, nuez moscada, orégano, pimienta, guindilla, perejil, romero, semillas de amapola, semillas de mostaza, romero, vainilla, tomillo. |
Leche y derivados lácteos | leche de cabra, oveja, vaca, lácteos y yogur, queso. |
Levaduras | masa madre y levadura de cerveza. |
Más | café, té y miel. |
Huevo | yema y clara de huevo |
Prueba G6PD
Es una prueba que mide la actividad de la enzima glucosa-6-fosfato deshidrogenasa (G6PD) en la sangre
Se toma en una pequeña muestra de sangre venosa la cual permite detectar una posible deficiencia de la enzima y determinar su gravedad.
Se prescribe principalmente a quienes han experimentado síntomas relacionados con la anemia (fatiga, palidez, taquicardia) y/o ictericia (coloración amarillenta de los ojos y la piel) una vez superada la fase aguda.
También puede realizarse en personas expuestas, en las 24-48 horas previas al inicio de la crisis, a sustancias potencialmente responsables como las habas, naftalina o determinados fármacos.
De hecho, las principales manifestaciones clínicas de la deficiencia de G6PD son:
- Favismo: anemia hemolítica aguda inducida por la ingesta de medicamentos o alimentos (habas) o durante una infección.
- Ictericia neonatal, con síntomas neurológicos.
- Anemia hemolítica.
Los resultados de las pruebas varían en función del método utilizado, la edad y el sexo. Los lactantes, por ejemplo, tienen valores de G6PD más altos que los adultos normalmente.
En general, cuanto menor es el nivel de actividad de la G6PD, mayor es la probabilidad de experimentar síntomas si el individuo se expone a factores que pueden causar estrés oxidativo celular.
Cómo tratar las intolerancias alimentarias
El enfoque terapéutico “gold standard “ es la exclusión de los alimentos responsables de los síntomas gastrointestinales para comprobar su mejoría.
A continuación, se introduce gradualmente el alimento y se inducen los síntomas para determinar la intolerancia. Esto permitirá identificar el límite de tolerancia del individuo a estos alimentos o componentes nutricionales.
Se trata de un método similar al utilizado en las alergias alimentarias. No obstante, una reducción, en lugar de una exclusión completa, de los alimentos en cuestión puede ser suficiente para observar una mejoría de los síntomas.
Las personas que logran una disminución significativa de las molestias causadas por intolerancia no están, desde luego, ansiosas por reintroducir a su dieta alimentos que puedan desencadenar de nuevamente los síntomas.
Sin embargo, este es un aspecto fundamental de la prueba diagnóstica, ya que garantiza que no se excluyan innecesariamente alimentos durante largos periodos de tiempo, limitando así una nutrición adecuada.
¿Se pueden prevenir las intolerancias alimentarias?
La salud intestinal está estrechamente relacionada con una dieta sana y una buena digestión. De hecho, estudios recientes demuestran que la microbiota intestinal, es decir, el conjunto de bacterias que viven en el intestino, desempeña un papel muy importante en la regulación de la tolerancia (inmunológica y de otro tipo) hacia lo que ingerimos.
Una alteración del equilibrio de la flora bacteriana (denominada disbiosis), usualmente originada por a una mala alimentación, podría ser la causa de la inflamación de la mucosa intestinal y de la disminución de la tolerancia a determinadas sustancias.
Por lo tanto, seguir una dieta equilibrada y completa con todos los micro y macronutrientes, como la prevista en la dieta mediterránea, favorece el crecimiento y el mantenimiento de la microbiota intestinal.
Por recomendación médica, puede ser útil tomar probióticos (como yogur, kéfir, miso o quesos fermentados) o suplementos, que facilitan la digestión, reequilibran la flora intestinal y ayudan a prevenir las intolerancias.
Igualmente, comprender la diferencia entre alimentación y nutrición es el primer paso para comer correctamente y prevenir trastornos alimenticios.
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Fuentes
- Instituto Nacional de Investigación en Alimentación y Nutrición, Alergias e Intolerancias Alimentarias.
- Istituto Superiore di Sanità
- Ministerio de Sanidad, Reacciones adversas a las intolerancias y alergias alimentarias.
- Alimentación. Pharmacol. Ter., Artículo de revisión: etiología, diagnóstico, mecanismos y evidencia clínica de la intolerancia alimentaria.
- Sociedad Italiana de Alergología, Asma e Inmunología Clínica, Diez reglas para gestionar las intolerancias alimentarias.
- FNOMCeo (Federación Nacional de Órdenes de Cirujanos y Odontólogos), Alergias e intolerancias alimentarias.